El problema de la inseguridad alimentaria y la desnutrición, especialmente aquella que es crónica y que afecta a la infancia, es tanto un problema de desigualdad en el acceso a los recursos, como manifestación de crisis estructurales y coyunturales relacionadas con el reacomodo del sistema económico-financiero mundial, el incremento sostenido del precio de los alimentos y la recurrencia de desastres naturales. Estas crisis, anunciadas y denunciadas de manera recurrente en el último tiempo desde distintas tribunas, se explican, entre otras causas, por la incapacidad de los gobiernos de enfrentar con competencia y eficiencia los retos en la provisión de servicios para el beneficio de las poblaciones.
Centroamérica en su conjunto, representa una fracción muy pequeña del mercado mundial de alimentos debido a que su población total no supera los 43 millones de habitantes, de los cuales un 50% se encuentra bajo la línea de pobreza y, por lo mismo, marginalizada de dicho mercado. Organismos internacionales coinciden en considerar a Centroamérica como una región vulnerable por su alta dependencia de las importaciones de alimentos y, en general, de insumos, los altos niveles de pobreza en grupos mayoritarios de la población, una tendencia lenta al mejoramiento de las tasas de desnutrición crónica, y propensión a crisis y desastres naturales como resultado del cambio y variabilidad climáticas.